el huerto de mis amores
en que todo sonreía.
y aquel rincón de poesía
era el reino de las flores.
Soberana del vergel
era una hermosa azucena
nácar y oro, aroma y miel
alma y vida de un clavel
que la adoraba por buena.
Tres pimpollos florecían
en el tallo de la hermosa,
el dolor desconocían
y arrulladas se dormían
por los cantos de la diosa.
la blanca lis se agostó
y como un tupido velo
un halo de desconsuelo
rosas y huerto envolvió
y se acabaron las flores
y el placer, y la ventura
y llegaron los dolores
como cuervos graznadores
que ven su presa segura.
¡Los capullos! Trasplantados
han sido a un nuevo vergel
de lirios inmaculados
y logran savia, regados
con la sangre del clavel.
Vuestro padre. Alejandro
Madrid 8 de abril, 1933.
Amador del Campo.
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