Avancé despacio al alba despierta. Caminaba lento mis pies se agostaban. Y ya mi cabeza flotaba al desierto. Del aire cargante de la madrugada.
Buscaba la rosa del color perfecto. Mis cinco sentidos abiertos al mundo. Pero mi mirada se paró en el muro. Desierto del hombre que no dice nada.
Y fue ya vencido mi cuerpo desnudo. Por el anaquel que soporta al lirio. De tan claro y blanco que resulta vidrio. En un gran panal de luces cerradas.
Te di mis mejores oropeles gualdas. Para tu vestido color azabache. Y resultó tanto el dolor sentido. Que murió la pena que lo sustentaba.
Pero al despertar, sólo y sin amigos. La venganza surge de dentro de mi alma. Y los animales que anidan mi cuerpo. Rugen como toros que escapan al agua.
Vencido mi cuerpo. Desnuda mi alma. Mis ojos sin perlas. Mis manos sin ramas. Después de esta noche. Dejaré mi casa. Y me iré muy lejos. Más allá del alba.
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