El agua calmada resbala por los cristales
de mi ventana.
Las hojas esparcen su apagado amarillo
por el suelo.
El viento desciende a través del horizonte
hasta mi casa
y un olor dulce y caliente a castañas
se dispara.
Cuando yo era niño
el mundo cantaba.
Entre hojas amarillas y lluvias anaranjadas pasa el otoño por nosotros y nosotros con él; al igual que pasamos la vista por encima de un libro, rozando sin tocar las letras con la pupila...con la ilusión de que dure y la necesidad de que termine.
ResponderEliminarLa ilusión del hombre se queda en las hojas ocres y en la madreselva dormida constemplándola como un cuadro estático que permaneciera dormido en el tiempo del silencio o en la perdida cordura de la razón
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